EL NOROESTE DE SEGOVIA: LOS ELEMENTOS DEL PAISAJE

 

Todos los paisajes son libros abiertos que necesitan de nuestra atención para poder leer las claves que encierran e interpretar cómo se han conformado. El paisaje que nos rodea nos ofrece la oportunidad de disfrutar gratuitamente de sus componentes; muchas veces,  pasan inadvertidos, y otras veces, aún conociéndolos, no les damos la menor importancia. Vegetación, fauna, roquedo, modelado y elementos humanos se conjugan para ofrecernos lugares únicos  que nos piden un mínimo interés para ser reconocidos.

Todo lo que nuestra vista alcanza puede considerarse paisaje. Nacemos y vivimos dentro de unos decorados entre los que nos movemos, unas veces entre paisajes totalmente transformados y otras pocas nos hacemos la ilusión de ser un integrante más de la naturaleza. En la mayoría de las ocasiones, sin apreciarlo, nos desenvolvemos entre formas que combinan elementos naturales y elementos humanos conectados entre sí, pero donde hay que desentrañar las relaciones que se establecen entre ellos para poder llegar a comprenderlos en todo su significado. Podemos valorar estéticamente un paisaje aunque en él se hayan incrustado numerosas formas humanizadas; también se puede analizar este tipo de intervenciones para llegar a comprender las razones por las que se ha gestado de una determinada manera y, en último extremo, explicarnos cómo se han deteriorado e imaginar otras posibilidades de relacionarnos con el entorno de una manera más armoniosa.

Como nuestros lazos con el paisaje también tienen, o pueden tener, un componente emocional, hay que desear un trato más amble con él y sentirlo como parte de nosotros.

 

RELIEVE

 

Los lugares por los que discurren las diferentes rutas se sitúan en la Submeseta Norte, a medio camino entre el Sistema Central y el río Duero. En el mapa puede apreciarse como el territorio queda marcado por un círculo trazado en un radio de poco más de 20 kilómetros, con un área que se extiende, aproximadamente, por unos 1.400 km2. La diferencia de altitud  es de unos 250 metros  entre el punto de mayor y el de menor elevación, y en el mapa no encontramos las fuertes pendientes que caracterizan el área de la Sierra, lugar donde sí existe una gran proximidad entre las curvas de nivel en los mapas topográficos.

 La inclinación del terreno se dirige desde el sureste de la zona, donde se superan los 1.000 metros (como en Torreiglesias) hasta el noroeste nos encontramos con las cotas más bajas, con poco más de 750 metros de altitud en la zona de Samboal.  Los ríos Cega, Pirón y Eresma siguen esa orientación y, naciendo en el Sistema Central, discurren en trayectos casi paralelos, y tras pasar por zonas de campiñas, los tres atraviesan los Macizos de Santa María la Real de Nieva – Zarzuela del Pinar para continuar su cauce por los arenales de Tierra de Pinares. Estos Macizos guardan relación con la formación del Sistema Central, pero no constituyen un resalte que se destaque excesivamente sobre el territorio que lo circunda.

Aunque el relieve puede considerarse de llanura, puntualmente existen algunas pendientes de alguna dificultad, como las que  podemos encontrar en Constanzana, entre Carbonero el Mayor, Bernardos y Navas de Oro, o en la zona de Villovela-Torreiglesias.

 

Fig. 1. Eras Geológicas: Origen y formación del relieve de la Península Ibérica

 

LA EVOLUCIÓN GEOLÓGICA

 

El relieve actual es el resultado de una historia geológica que se prolonga durante millones de años. A lo largo de ese tiempo tan extenso se han alternado períodos  de gran actividad (en las fases orogénicas) con otros de calma, donde predominan la erosión y la sedimentación.

Durante el período Precámbrico (hace 600 millones de años) la actual provincia de Segovia estuvo cubierta por las aguas del mar. El lecho marino lo componían rocas magmáticas y volcánicas sobre las que se dispusieron capas arcillosas en las que se mezclaban arenas, limos y restos orgánicos que habían sido erosionados en las zonas continentales y arrastrados hasta allí por los ríos. Estos sedimentos, cuando se compacten formarán parte de las cuarcitas y pizarras del Macizo de Santa María la Real de Nieva.

La era Paleozoica (570-225 millones de años) se inicia con el período Cámbrico (570-500 millones), en el que continuó la sedimentación en el lecho marino y, al acercarse las placas tectónicas circundantes se produce la orogenia Caledoniana, provocando que las rocas magmáticas se abomben y forman la raíz de los continentes, entremezclándose con sedimentos marinos. La erosión volvió a actuar hasta dejar arrasado el territorio. Nuevos períodos de calma suceden a la orogenia caledoniana, provocando la sedimentación de arenas, limos y arcillas.

A partir del Devónico (380 millones de años)  se produce un nuevo  un acercamiento  de los continentes, en lo que se denomina como orogenia Herciniana. Ésta trae consigo un nuevo proceso de compresión que provoca la deformación y la metamorfización de las rocas ígneas y de los estratos depositados en el fondo marino por el aumento de presión y de temperatura. En nuestra zona, los estratos arcillosos se convierten en las pizarras y cuarcitas del Macizo de Santa María.

Hace 350 millones de años el territorio de la actual provincia de Segovia emergió del fondo del océano, formando una agrupación de pliegues y fallas. Al final de la era Paleozoica (300-250 millones), durante los períodos Carbonífero y Pérmico, la corteza que había emergido comienza a distendirse, produciéndose la fusión de las rocas en profundidad y generando magmas que no llegaron a salir a la superficie, sino que se enfriaron y consolidaron en profundidad, dando lugar a goterones de rocas ígneas (granitos) que encontramos en la Sierra del Guadarrama, Valseca-Bernuy o Zarzuela del Pinar.
 

 

  

Fig. 2 y 3. Pangea y la Península Ibérica durante el período Pérmico (final de la Era Paleozoica)

 

En la era Secundaria o Mesozoico (250-65 millones de años), las cadenas montañosas formadas durante la orogenia Herciniana fueron erosionadas hasta formar planicies muy próximas al nivel del mar. En la zona oriental, en el lugar que hoy ocuparía el Sistema Ibérico, existía una extensa zona deprimida cubierta por las aguas del antiguo mar de Tethys (precedente del Mediterráneo), donde los ríos fueron depositando gravas, arenas, limos y arcillas, pues la placa ibérica aún estaba orientada hacia el este. El mar de Tethys aumentó el nivel de sus aguas y cubrió la parte oriental de la provincia de Segovia, y donde se fueron depositando y compactando margas, dolomías y calizas durante el período Cretácico. Este es el origen de los materiales calcáreos presentes en áreas de la provincia, como en Sepúlveda, Prádena o Segovia.

Tras sucesivos ascenso y descensos del nivel del mar, el territorio provincial queda cubierto por el agua hace 90m millones de años. Se trata de un mar poco profundo y cálido en el que habitan multitud de animales vertebrados e invertebrados y que fue derivando en llanuras costeras una vez que el nivel agua fue descendiendo, hasta que hace 65 millones de años el mar se retiró definitivamente.

 

 

Fig. 4 y 5. Período Triásico (comienzo de la era Mesozoica)

La era geológica más reciente, el Cenozoico, es la culpable de la mayor parte de los elementos observables del relieve. Hasta hace 65 millones de años, la provincia de Segovia formaba parte de una inmensa planicie que fue sometida a enormes presiones por el acercamiento de la placa europea y la placa africana. El continuo acercamiento de las placas fueron comprimiendo a la placa Ibérica, encerrando el mar Mediterráneo y provocando un nuevo período de actividad geológica: la orogenia Alpina. En esta era geológica, durante el Paleoceno (65-23 millones de años) los sedimentos depositados en el mar que separaba la placa europea, la placa europea y la microplaca Ibérica fueron elevados, formando los Pirineos y los Sistemas Béticos.

Las fuerzas orogénicas también afectaron a la propia placa ibérica, abombando y elevando su interior, en lo que sería la Meseta central. Las fallas en las que se había fracturado durante la orogenia Herciniana sirvieron de líneas de dirección de los bloques formados, que ante las presiones orogénicas se dispusieron a diferente nivel. El conjunto de bloques que quedó más en resalte fue el Sistema Central, y en lo que afecta a nuestro territorio la Sierra de Guadarrama. Paralelamente al Sistema Central se elevaron otros bloques de mucha menor entidad, como en Valseca-Bernuy (a unos 10-15 kilómetros de la sierra) y el Macizo de Santa María (a 30-35 kilómetros). A la vez, por efecto de las fuerzas orogénicas el conjunto de la Meseta basculó hacia el oeste, por lo que sus ríos irían ahora a desembocar hacia el Atlántico y no hacia el este, como había sucedido hasta entonces.

Los sedimentos que se habían ido depositando durante la era Cenozoica sobre la placa ibérica fueron desgastándose en las zonas altas y fueron acumulándose en las zonas deprimidas. Las rocas sedimentarias del Cretácico (margas, calizas, dolomías) son erosionadas, arrastradas y depositadas por la fuerza del agua de los ríos. Este es el origen de la acumulación de conglomerados que se puede observar, entre otros lugares, en la Mata de Quintanar o en Villovela. A medida que nos alejamos de las formaciones calcáreas erosionadas los materiales de arrastre son de grano más fino, y esas acumulaciones arenosas generaron superficies onduladas como las que nos encontramos en Tabanera la Luenga, Otones o Escalona.

 

Fig. 6 y 7. Era Terciaria o Cenozoico

Durante el Mioceno (23-5 millones), los fenómenos geológicos producidos  durante el Paleoceno se incrementan y su radio de acción se extiende a toda la provincia de Segovia; las fuerzas compresoras vuelven a actuar y se repiten los fenómenos de erosión, ahora sobre los materiales ígneos y metamórficos de las sierras; próximos a ellas estarían los depósitos de materiales más gruesos (bloques, cantos y gravas), puesto que los torrentes no podían transportarlos más lejos, debido a su elevado pesoUn poco más lejos, las arenas silíceas serían el componente de las campiñas altas, como en Valverde del Majano, y los elementos más finos en las zonas más distantes, como en algunos sectores que permanecían encharcados en la parte central de la provincia, donde se sedimentaron limos y arcillas, como en Nava de la Asunción. Los ríos durante el Neógeno desembocaban en un área pantanosa que cubría el centro del valle del Duero, que como mar interior todavía no había encontrado la salida hacia el Océano Atlántico. Los restos de los organismos que vivían en esa zona pantanosa, junto con caparazones y excrementos dieron lugar a la acumulación de fangos calcáreos, que tras su compactación son la base de las margas y calizas que forman los páramos del centro del valle del Duero, y en la parte norte de la provincia de Segovia los que encontramos en Cuéllar o Fuentidueña.

Entre el final del Neogeno y el comienzo del Cuaternario, hace 2 millones de años, la sedimentación de las arenas silíceas procedentes de la sierras afectó fundamentalmente a la Tierra de Pinares. También se produjo en esta época un encajamiento de los ríos y la profundización de sus cauces.

Durante el período Cuaternario (últimos 1,8 millones de años), se han producido los retoques más recientes, alternándose períodos glaciares y períodos interglaciares, que actuaron de manera más evidente en las áreas de la Sierra.

En el subperíodo Holoceno (últimos 10.000 años), los principales agentes que modelan el paisaje se corresponden  con el cauce de los principales ríos, que conocen fenómenos de crecida e inundación, y, junto a ellos, la labor de vientos constantes del oeste y suroeste removerán masas arenosas que se irán depositando en los interfluvios de la zona de Tierra de Pinares. La singularidad de la comarca es la amplia extensión de este manto arenoso, con un espesor que varía entre los 3 y los 50 metros y una superficie que se acercaría a las 200.000 hectáreas (unos 2.000 km2), situándose la masa principal dentro de  un polígono irregular cuyos vértices se situarían en Valladolid, Burgomillodo, Carbonero el Mayor, Arévalo y Medina del Campo. Buena parte de este depósito compuesto por arenas eólicas lo forman dunas móviles que han trasladado esos ingentes volúmenes desde hace miles de años, en el Pleistoceno Superior – Holoceno hasta tiempos visigodos. Con origen en el Sistema Central y el Macizo de Santa María, los vientos de O – SO habrían acarreado las arenas fruto de la erosión sobre esos conjuntos y las depositó en las depresiones fluviales de las áreas orientales de la Cuenca del Duero. En último extremo, las masas boscosas de pino resinero habrían fijado estos campos de dunas y habrían detenido la movilidad del manto arenoso.

 

LAS AGUAS

 

Los ríos que recorren la comarca, Eresma, Pirón y  Cega y sus respectivos afluentes, son de un caudal modesto e irregular, en consonancia con las precipitaciones propias del territorio; se diría que más que ríos son aprendices de río, llegando en verano a reducir notablemente el agua que transportan, y en el caso del Pirón a mostrar un cauce seco. Los días de crecida coinciden con los períodos en los que se suceden varias jornadas de lluvias intensas y más durante la primavera cuando éstas coinciden con el deshielo de la nieve acumulada en la Sierra.

Esto anterior se refiere al agua que discurre superficialmente, pero también hay que dar su importancia a las aguas subterráneas. Cuando los ríos discurren por rocas impermeables, como sucede cuando atraviesan el macizo de Santa María, estos materiales retienen mal el agua y su filtración no es posible. Sobre terrenos calizos, como en el entorno de Caballar, Torreiglesias o Peñasrubias, el agua se infiltra, produciendo una intensa circulación subterránea que luego puede aparecer súbitamente a través de surgencias o fuentes.

Pero la nota más original de la zona nos la ofrecen los extensos arenales de Tierra de Pinares, en donde la naturaleza del suelo permite la existencia de un importante acuífero. Aquí se dan dos niveles en las aguas subterráneas, uno más superficial, entre los 5 y 30 metros de espesor y desarrollado entre las arenas cuaternarias, y otro a mayor profundidad, con espesores de varios centenares de metros, entre arenas terciarias de grano más grueso y tonalidad más oscura. Un aspecto particular de la comarca son los humedales que se forman entre las arenas eólicas acumuladas y que vienen a actuar como rebosaderos naturales o zonas de descarga cuando asciende el nivel freático. Las áreas encharcadas reciben el nombre local de lavajos o bodones y están presentes en toda la zona, pero los complejos lagunares de mayor importancia de mayor importancia los encontramos en Hontalbilla, Lastras de Cuéllar y Cantalejo. Aunque éstas últimas se han recuperado en los últimos años, existe un riesgo claro de que desaparezcan en la comarca muchas de estas pequeñas lagunas por el descenso del nivel freático provocado por el bombeo constante para los cultivos de regadío.

 

EL CLIMA

 

Como todo el interior de la península Ibérica, el noroeste de Segovia tiene un clima que se califica como mediterráneo continentalizado.  Las temperaturas alcanzan una media que ronda los 12 0C anuales, con oscilación térmica alta entre estaciones; el verano no es excesivamente caluroso, con una media de  210 C para el mes de julio, aunque puntualmente se pueden llegar a máximos que superen los 40 0C; el frío es la nota dominante del invierno, con una media para el mes de enero que ronda los 2-3 0C, con un número de heladas que superan los 100 días al año. Las lluvias son muy irregulares y presentando unas medias entre 400 y 500 litros/m2 anuales, las diferencias entre unos años y otros puede ser considerable; a años de sequía le pueden suceder otros de abundantes precipitaciones y viceversa. Las lluvias se concentran en el período que va desde el otoño a la primavera, siendo el verano extremadamente seco.

El desarrollo de las actividades agrícolas y la propia vegetación se han debido adaptar a este clima de condiciones tan duras.

 

LA VEGETACIÓN

 

Buena parte de la zona Noroeste de Segovia se encuentra en la comarca natural de Tierra de Pinares. Aquí, el pino negral o resinero (de nombre científico pinus pinaster) se extiende por extensas áreas con carácter monoespecífico, y alguna vez se combinan con encinas o robles. Otra especie de pino, el piñonero (pinus pinea), ve reducida su extensión a menos del 5% de la masa forestal de la zona.

Desde hace siglos, el pino negral es el rey de la comarca y ha sido una especie  beneficiada por la intervención humana, pues es un árbol poco exigente respecto a los suelos donde se desarrolla y es capaz de arraigar de manera eficaz en los poco productivos arenales de la zona. Aunque su crecimiento es más lento que otras especies de pinos, resiste mejor el frío y produce una mayor cantidad de resina.

Se discute sobre si el pino negral es una especie autóctona o introducida; existe documentación desde el siglo XI donde ya se menciona la presencia de pinares, pero también es cierto que desde entonces, a la vez que crecía la extensión de estas formaciones, disminuía la superficie poblada por encinas(Quercus ilex rotundifolia) y robles rebollos (Quercus pyrenaica). Desde el siglo XIII hasta el siglo parece que hubo una explotación excesiva de los pinares; por este motivo, a partir del siglo XV trató de regularse a través de las Ordenanzas que elaboraron los Concejos para evitar el abuso de los vecinos en los bosques comunales, cuando todavía podían utilizar la madera para consumo propio, en ocasiones pagando una cantidad de dinero al Concejo por cada pino cortado.

A partir del siglo XIX los pinares comunales pasaron a ser propiedad del Estado, convirtiéndose en montes públicos que pudieron escapar de la Desamortización y caer en manos privadas. Fue a partir de ese siglo cuando se empezaron a aplicar nuevos métodos de extracción de la resina más eficaces y se dio prioridad al pino negral en detrimento del piñonero. Los campesinos pudieron complementar sus rentas con trabajos temporales resinando los pinos o trabajando en las fábricas y la comarca no tardó en convertirse en la principal productora de resina (también denominada miera por los resineros).

El sector de la resina empezó a notar un claro retroceso en las décadas de los 60 y 70 del siglo XX por la competencia de la resina que llegaba de otros países, como China o Portugal. La inmensa mayoría de los resineros tuvieron que abandonar la actividad y buscarse la vida en otros sectores y los Ayuntamientos perdieron una parte de los ingresos que antes obtenían con las subastas para resinar  sus pinares. Los potes donde se recogía la miera dejaron de ser habituales en los pinares a partir de esa época. Desde hace tres o cuatro años el precio internacional de la resina se ha recuperado y, resultando más rentable su extracción, vuelven a verse a algunos resineros desarrollando su antigua actividad, pero en una proporción mucho menor que antaño.

En la comarca existe un espacio no forestal que también se destina a la explotación agrícola y, además del cereal, la nota particular la ponen los cultivos de regadío. Dada la facilidad con la que se dispone del agua subterránea en los arenales, en la zona del Carracillo se han desarrollado cultivos de hortaliza que han dado fama a la zona y que la han revitalizado económicamente.

 

Fuera de Tierra de Pinares el pino negral no es el árbol más abundante:

- En las campiñas, el paisaje característico es el de campos de cultivo, con poca presencia de masas arboladas; aquí la encina (Quercus ilex rotundifolia) pudo ser en origen el árbol característico de la vegetación original, antes de convertirse en espacio de explotación agrícola dominante y siendo el cereal el cultivo por excelencia y donde, más recientemente también el girasol comparte ese espacio.

- En el área de los macizos de Santa María y de Zarzuela del Pinar, cuando aparecen masas arboladas, la encina es también el árbol predominante.

- En el entorno donde el substrato calizo está presente existe un claro contraste entre las lastras calcáreas, donde el arbolado apenas se desarrolla y deja paso a formaciones de herbazales y matorrales olorosos, y las cuestas con pendiente en dirección hacia los ríos donde se encuentra el bosque mixto de sabinas (Juniperus thurifera), enebros  (Juniperus oxycedrus) y quejigos (Quercus faginea), éstos últimos en las laderas de umbría (orientadas hacia el norte).

- Independiente de la zona en la que nos situemos, en bandas paralelas al cauce de los ríos nos encontramos con la vegetación de ribera y, en ocasiones, un verdadero bosque galería con especies desarrolladas al borde del agua como alisos y sauces (Salix alba) junto a juncos, carrizos, trepadoras, vergueras, zarzales, madreselva,… Algo más apartados del agua encontramos los chopos y álamos; olmos (Ulmus minor) y fresnos (Fraxinus angustifolia), menos exigentes en cuanto a la necesidad de humedad, cierran las formaciones ribereñas con espacios más aclarados que los más próximos al río. Capítulo especial merece la vegetación que acompaña al río Cega en alguno de sus tramos, en los que podemos encontrar ejemplares de pino Valsaín (Pinus sylvestris), pino laricio (pinus nigra), abedules (betula alba ) o avellanos (Corylus avella).